Maruja Mallo nació en Lugo en 1902. Hija de un funcionario del cuerpo de aduanas y las cuarta de 14 hermanos, comenzó su formación en la Escuelas de Artes y Oficios de Avilés aprovechando un destino de su padre. Sus primeras exposiciones datan de sus inicios asturianos, pero pronto se desplaza a Madrid, donde completará su formación en la Facultad de Bellas Artes de San Fernando.La etapa inicial de la obra de Maruja Mallo sigue la línea de la la Nueva Objetividad. De aquella época datan sus series Verbenas y Estampas. Las primeras describen imágenes inspiradas en las verbenas populares españolas pero pasadas por la nueva manera de mirar el mundo. Las segundas, muestran maniquies, máquinas, objetos deportivos y escenas cinemáticas.Verbenas y Estampas pronto captaron la atención del mismísimo Ortega y Gasset quien le organizó la primera exposición individual en los salones de la Revista de Occidente.De esta época data su vinculación con la Generación del 27. Conoció y fue amiga personal de Buñuel, Dalí, García Lorca y María Zambrano, y compañera sentimental de Rafael Alberti con el que tambien mantuvo una intensa colaboración artística. Maruja Mallo realizó el decorado para la obra de Alberti Santa Casilda y la crítica ha descubierto relación entre lo pintado por ella y lo escrito por Alberti, como si éste trasladase en palabras lo que Maruja pintaba.Los años treinta siguen haciendo eclosionar las vanguardias y en Madrid nace la llamada Escuela de Vallecas, a la que Maruja Mallo no tarda en incorporarse. Se trata de asimilar los principios del Surrealismo y la pintora gallega lo hace con su obra más importante de este periodo: Cloacas y Campanarios. Pero su adhesión al Surrealismo, se debe más a la necesidad de pertenecer a un grupo que a razones puramente estilísticas, una especie de salvo conducto para una mujer de su época soltera y libre como ella.

Surrealismo-Constructivismo

En 1932 la Junta de Ampliación de Estudios le concede una pensión para perfeccionar sus conocimientos en París. Allí entra en contacto con la vanguardia en mayúsculas. Frecuenta a Picasso, Miró, Péret, Aragon, Arp y por supuesto a los surrealistas. Es el propio Breton quien fascinado por la obra y la imagen externa de la excéntrica pintora española adquiere su lienzo Espantapájaros, considerado en la actualidad como una de las principales obras del SurrealismoPero pronto abandona la exploración artística del subconsciente. Maruja Mallo conoce en París al grupo Abstraction-Création al que pertenece entre otros el pintor uruguayo Torres-García. Es entonces cuando su arte se vuelve geométrico adoptando la sección aurea como base de sus trabajos. Una vez de regreso a España, Mallo entrará a formar parte del grupo de Artistas Constructivos, el colectivo que Torres García crea en España con el propósito de exportar los preceptos de la abstracción geométrica experimentados en París.
Con la llegada de la II República Española, Maruja Mallo hace patente su marcado compromiso con la realidad. Abiertamente republicana, colabora con las Misiones Pedagógicas, proyecto educativo del gobierno de la república inspirado en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, que pretendía erradicar la alta tasa de analfabetismo en el mundo rural. Su total implicación con los principios pedagógicos de la república, la lleva a realizar una doble labor docente como profesora de dibujo en el Instituto Arévalo y como profesora de cerámica en la Escuela de Cerámica de Madrid.También inicia una nueva relación sentimental y creativa con otro poeta, Miguel Hernandez. Fruto de esta relación es el drama Los hijos de la Piedra, basado en los sucesos de Asturias y de Casas Viejas. La influencia personal y artística de la Mallo en la obra de Miguel Hernandez puede rastrearse en gran parte de los sonetos que componen El Rayo que no cesa.El estallido de la Guerra Civil sorprende a Maruja Mallo en plenas Misiones Pedagógicas en Galicia. Gabriela Mistral, por aquel entonces embajadora de Chile, le consigue un pasaje a Buenos Aires. Se inician para Maruja Mallo sus 25 años de exilio.

La marcha forzosa de España no la apartó de su compromiso con aquellos que sufrian el terror del golpe militar y siguió fiel a la defensa de las libertades en su país. Maruja Mallo inicia en el periódico La Vanguardia de Buenos Aires una serie de crónicas con el fin de denunciar la represión frenquista. En una de ellas, rescatada del olvido por el programa de la 2 de TVE Los imprescindibles, Maruja Mallo escribió: "Hablaré de aquellos que conocía personalmente, ya que el número de víctimas es incalculable. Juan Caballeira, detenido con 18 personas más fue conducido a la Isla de San Simón.El delito que había cometido fue defender la cultura y a los trabajadores. En la isla de San Simón, cuando la cárcel estaba repleta, ataban los cadáveres de 5 en 5 y los echaban al mar. Allí quitaron la vida a Carballeira, gran periodista, hombre sin tacha y de valor probado".De 1939 data su particula homenaje a la república, la serie La religión del trabajo. A ésta pertenece la obra más importante para la autora El canto de la espiga, en el cual de los dedos de una mujer brotan espigas de trigo. Basada en los principios geométricos, La religión del trabajo aúna el compromiso político con los fundamentos del constructivismo.Maruja Mallo regresa a España en 1964, donde todos ya la habían olvidado. Poco a poco y con la llegada de la democracia fue recuperada su figura pública e incluso se le concedió la medalla de oro de Bellas Artes, pero los que la conocieron en la última etapa de su vida coinciden en que la pintora arrastraba una gran carga de soledad. Célebre fue su frase: " Todos mis amigos están desterrados o enterrados".